SI SE QUIERE AL PERRO, SE ACEPTAN SUS PULGAS
En nuestra sociedad de consumo impera la norma de cuanto tienes cuanto vales y la llamada millonaria de la plata fácil viene de la mano de nuevos mesías populares como David Murcia. Sin embargo, artistas y virtuosos deben también ofertar su talento a dos precios opuestos: barato para que las multitudes populares alimenten su ciber-fama; y caro, para que los suculentos le aseguren una posición constante y sonante por sobre la media.
Hace unos días, asistí al evento de cierre de campaña de un candidato presidencial en Bogotá y desde la misma entrada al "coliseo romano" pude observar los dos polos poblacionales convergiendo en un mismo deseo, la esperanza de un "puestico" de manos de su títere prospecto.
Inmerso entre el pan y el circo, asumí que mientras Charlie, Silvestre y Pipe daban el mejor lengüetazo en Do menor a su patrono, miles de "psicoricos" pisoteaban las pancartas "gratuitas" que se repartían sin siquiera preguntar la preferencia política o instruir en el uso de ese papel Canson impreso a 4X4 tintas de 40X70cm, pues al final sólo tapizó las graderías del lugar después del evento.
El mercadeo dicta que hay que optimizar los recursos y maximizar los resultados, pero los deseos de fácil grandeza de muchos individuos hacen que la labor del publicista contratado despilfarre recursos con tal de lograr un crecimiento rápido en las encuestas de las que el candidato es blanco, pero así como los cantantes de la campaña, la labor del publicista y del mercadotecnísta se ve reducida a solo "mostrarse" como una tarea hecha, hacer ruido y generar unos máximos resultados, pero con un mínimo de inversión; Por supuesto, en ambos casos, la del cantante y el publicista, la ganancia es meramente económica.
Ya en el 2009 las estadounidenses Daniela Drake y Elizabeth Ford escribieron un libro llamado "Smart Girls Marry Money", o en español "Las chicas listas se casan por dinero", un vigente título bastante sugestivo que se suma al interés en los lineamientos del comportamiento de la sociedad moderna donde el cerebro parece estar en la billetera y las decisiones inteligentes se extraen con datafono.
Algunos profesionales decidimos ejercer una vocación sin pensar en el dinero, afrontamos un matrimonio por amor con aquello que amamos y aparentemente con este mismo sentimiento es que deberíamos resignar el bolsillo y exprimir el talento. La fortaleza de afrontar una sociedad que siembra la cultura de conseguir dinero por encima del regar las aptitudes, es la alergia al defectuoso sistema con el que hay que vivir, pero no es fácil dejar de rascarse.
Hace unos días, asistí al evento de cierre de campaña de un candidato presidencial en Bogotá y desde la misma entrada al "coliseo romano" pude observar los dos polos poblacionales convergiendo en un mismo deseo, la esperanza de un "puestico" de manos de su títere prospecto.
Inmerso entre el pan y el circo, asumí que mientras Charlie, Silvestre y Pipe daban el mejor lengüetazo en Do menor a su patrono, miles de "psicoricos" pisoteaban las pancartas "gratuitas" que se repartían sin siquiera preguntar la preferencia política o instruir en el uso de ese papel Canson impreso a 4X4 tintas de 40X70cm, pues al final sólo tapizó las graderías del lugar después del evento.
El mercadeo dicta que hay que optimizar los recursos y maximizar los resultados, pero los deseos de fácil grandeza de muchos individuos hacen que la labor del publicista contratado despilfarre recursos con tal de lograr un crecimiento rápido en las encuestas de las que el candidato es blanco, pero así como los cantantes de la campaña, la labor del publicista y del mercadotecnísta se ve reducida a solo "mostrarse" como una tarea hecha, hacer ruido y generar unos máximos resultados, pero con un mínimo de inversión; Por supuesto, en ambos casos, la del cantante y el publicista, la ganancia es meramente económica.
Ya en el 2009 las estadounidenses Daniela Drake y Elizabeth Ford escribieron un libro llamado "Smart Girls Marry Money", o en español "Las chicas listas se casan por dinero", un vigente título bastante sugestivo que se suma al interés en los lineamientos del comportamiento de la sociedad moderna donde el cerebro parece estar en la billetera y las decisiones inteligentes se extraen con datafono.
Algunos profesionales decidimos ejercer una vocación sin pensar en el dinero, afrontamos un matrimonio por amor con aquello que amamos y aparentemente con este mismo sentimiento es que deberíamos resignar el bolsillo y exprimir el talento. La fortaleza de afrontar una sociedad que siembra la cultura de conseguir dinero por encima del regar las aptitudes, es la alergia al defectuoso sistema con el que hay que vivir, pero no es fácil dejar de rascarse.
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