DEL CREATIVO Y OTROS DEMONIOS

Por el amor al arte es que muchos profesionales de la industria publicitaria deambulamos en la dicotomía entre lo que queremos y lo que nos conviene; queremos ser únicos, pero hacemos lo mismo cada día, buscamos nuevas experiencias que enriquezcan el espíritu creativo, pero nos aferramos a la seguridad del cotidiano Brief desde el cual los limites ajenos parecen retar el pulso; desechamos el impulso irreverente por tener mayor probabilidad de fracaso pero en cambio hacemos reverencia a los rentables implantes de tradición profesional que alojó el tiempo en nuestro genoma creativo.
El amor es un conjunto de reacciones bioquímicas y conexiones cerebrales que hacen que las personas se sientan en un estado diferente al habitual, de hecho se ha estudiado que en una primera etapa de atracción, las feromonas son las protagonistas de la atracción, luego la dopamina mantiene la llama del gusto siempre ardiente y finalmente (se dice que luego de 2 a 3 años) las endorfinas transforman el placer en tranquilidad, la innovación en comodidad, los impulsos desenfrenados en apacible estabilidad, la creatividad en domesticada experiencia y las ideas nuevas en tareas cotidianas y repetitivas.
He visto y vivido los demonios de un trabajo "estable" recostarse en mi propio calendario, apaciguar mi dopamina y enamorar mi billetera hasta el punto de vivir a sombras de la sensación efímera de estar vivo; veo casi a diario la ilusión de tocar el Cannes con las manos mientras el verdadero sol tibia las inertes paredes de la fachada de una agencia; Jah! y yo con las piernas mas pálidas que el diario neón sobre mi cabeza.
En muchos aspectos, la vida del publicitario es una de las más difíciles, es pensar en una mente libre dentro de la jaula económica y social del llamado "éxito", es un constante desamor del oficio, una traga maluca por el medio, un reencuentro fluctuante entre el soy y el quisiera ser, entre el saber y tener que hacer.
Los "demonios" dan alas al sagrado cuento de hadas que impuso en nuestra mente el ejercicio mismo de la profesión, son el tuétano creativo que alimenta la energía que mas tarde mutará en una campaña inigualable digna de recordarse por vida. Esos demonios que nos hacen ver la vida como debería ser, son ángeles que hoy nos muestran como vivirla e irónicamente como hacer mejor nuestro "trabajo", cuyo objetivo ya tuviste en las manos mientras tomabas aliento, mientras vivías. Estas auras semi-divinas resultan ángeles del músculo creativo, son la energía que altera y genera nuevos latidos al espíritu, son creatividad vanguardista, son acciones impulsivas e impulsos de amor propio que a diferencia del amor al arte, llevan al publicitario a un utópico presente, son, la voz interior de la libre conciencia, el dictado humanizado en un recuerdo tangible, son la vivencia, en últimas, el objetivo de todo.
Todos tenemos varias vidas, la laboral, familiar, sentimental, etc., y en el medio necesitas nuevas experiencias, personas, lugares y locuras para alimentar nuestras mentes (la herramienta), sin embargo no vemos más allá del kilo y medio debajo del pelo.
El objetivo de hacer lo que hacemos no debe ser un Cannes, tampoco una temporal campaña o el reconocimiento profesional del gremio (aunque respeto a quienes lo tienen, o lo buscan como meta), es más la felicidad de perseguirlo, es la sensación de satisfacción al lograrlo y con nuestro entorno compartirlo, si, pero ante todo, es la alegría misma, la felicidad mientras alimentas tu músculo creativo y respiras lugares, gente, experiencias y sentimientos, es quedarse eternamente en eso que haces cuando escapas y de donde voluntariamente vuelves solo para ahorrar y buscar sentirlo de nuevo, es hacer estupideces para aprender a sacar campañas estúpidamente geniales, es amar a tus ángeles y abrazar tus demonios, es reposar tu cabeza sobre sus alas y dejar de perseguir otro cielo, pero para saltar se requiere valor.
Todos debemos y hemos pasado por buscar re-enamorarnos de nuestro oficio, rezamos por volver a amar lo que hacemos, por obviar lo que nos separa y al menos intentar reavivar la llama, se lo debemos al esfuerzo de nuestra constancia al perseguirlo, y nos aferra la fe que un día finalmente el negocio que amamos cambie con o sin nuestra palanca, pero es probable que luego de alcanzarlo, decidas alejarte (como ha pasado con muchos publicistas, diseñadores y profesionales de la industria) y decidas volverte artista, paracaidista, fotógrafo, amante, deportista extremo, violinista o surfista en Australia; en cualquier caso, no hay que olvidar lo utópico, efímero y mágico del arte que nos llevó a escoger este oficio como forma de vida.
El Cannes no es más que la representación orfebre de un propósito personal pero llegará el momento en que el mejor premio será haber vivido una y otra vez aquello que colma tu ser por encima del saber hacer; le debemos el oxígeno a nuestra profesión, pero "cuando el amor llega así de esa manera, uno no se da ni cuenta".

Comentarios

  1. Me he visto en esta encrucijada ya muchas veces, aun sin encontrar el método para salir de ella. Entre el diario recorrer del "ser" y del "saber hacer" no parece haber una bifurcación. Los dos parecen ser el mismo camino, mas ancho, mas complejo, por el cual se circula mas lentamente a causa del peso sobre los hombros que conlleva justamente "ser lo que se sabe hacer". Será posible la existencia de lo uno sin lo otro? Luego de tan rica lectura, bien vale el esfuerzo, al menos, de discutir al respecto. Disfruté mucho de la narrativa la cual me deja como en el centro de un espacio tapizado de ventanas abiertas por las cuales me quiero asomar pero no se por cual comenzar. Una especie de confusión cálida que no atemoriza sino que invita. Me encantan tus historias por como las cuentas y porque también las siento mías.

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  2. Me gustaría votar en la encuesta.. como puedo hacerlo?. :)

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  3. Ya puedes votar en la pequeña encuesta.

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