ADVER-BIO

En un día normal de cualquier mortal pseudoracional, soñador, asalariado, mundano y dependiente, es decir "normal",  la mañana comienza aunque no haya acabado la noche, madruga (que es más una pequeña pernocta ineludible) y lamenta mentalmente su suerte mientras 4 disonantes pitos del timbrecito del reloj Sony sobre su Pizano le recuerda el yo que le tocó vivir y debe alejarse del Paraíso mientras pisa el frío Alfa que le recuerda que debe llegar puntual al trabajo (al menos hoy si); se da ánimo mientras enciende su Samsung y escucha a Jorgue Hané en CityTv, le recuerdan el pico y placa, así que hoy le tocó cambiar Renault por MarcoPolo.

Codensa intenta iluminarle el ánimo y Gas Natural lo recibe tibiamente cuando pise el Decorcerámica mientras refriega Palmolive en sus entrañas y embellece su Head & Shoulders. Pulirá luego su Oral-B, algo de Colgate le da esa sensación de AquaFresh que complementa con la esencia de Carolina Herrera; forrará su Leo interior y vestirá el Diesel ajustando bien el Vélez, atará los UnderArmor sin que se vea el Punto Blanco, Gef le cubre la Only vieja que desaparece tras la envoltura de Michael Kors, ya tiene todo el efecto Axe y Cassio es el momento de salir, así que repasa para no olvidar empacar Totto, tomar sus Yale y emprender la fuga.

Mientras camina a tomar el Blue Bird Urbano revisa su Iphone, Waze es inútil para este secular recorrido y Facebook le entretiene con las 8 horas de ajena actividad noctámbula, levanta sus ojos en la Marly, ya pasó el McDonalds y es momento de alistarse cuando llegue al edificio de Compensar, un breve respiro de realidad le hace mirarle tras las Ray-Ban aquel Chevignon a la de enfrente.

Al llegar al bufete, enciende el IBM, el sol se refleja en las Windows y suena el Panasonic, su jefe reconviene parafraseando viejas tareas, ya casi son las 10 y es momento de ser amigos con Aguila Roja, verse Kool mientras resuella Mustang. Las horas pasarán dando un discontinuo Outlook al blanco Pintuco frente a sus ojos, al video de RedBull, al gif en Boredpanda y eventualmente desangrando el Bic en las Reprograf recién salidas de la incansable y vieja Epson.

Media fracción de la jornada se asoma en el Quartz, es el momento en que unos calentarán sus Vanyplas, otros piden Darnel a domicilio pero Ud. puede ir al Centro 93 por algún Corral a tomar Sopitas y hasta alcanzará a exprimir su dinero de la casita roja Davivienda para después entregarlo en el Bancolombia que cruza el Arturo Calle; un Bocatto le da algo de Energizer para las restantes 4 horas que le quedan enchiquerado, tal vez con una pausa para sentir a Scott a eso de las 4:00pm. El tercer tiempo se asoma y debe reponerse como un RedBull mientras GrooveShark se vuelve un sonsonete y la distracción de YouTube le roba energía a la comisura de su boca en una ineficiente pero alentadora sonrisa; WhatsApp le alarma, le alerta que debió llamarla. -"Ya vienes?, Tengo un Cabernet Sauvignon esperando en mi Icasa", -"Hoy no puedo, estoy llevado de Word". Send.

El crepúsculo llega y Ud. se va consumido escuchando Artic Monkeys en La X por el Pioneer del Peugeot de su cortés colega que lo acerca hasta Unicentro mientras le habla de su última aventura noctámbula en La Tea y el London Calling, Ud. asiente cabizbajo y cansado, y el resto del camino prefiere que Tapsi lo arrulle hasta su casa, donde llegará a abrir su Mabe, sacará algunas Rica y Colanta que baraja sobre el Bimbo y broncea levemente con su Oster. A la mierda usar Axión hoy, consagras en otro momento darle BonBril a la Universal mientras apagas los Philips de la cocina, por que mañana será otro día, es hora de Dormiluna.

Existen pocas acciones que Ud. o yo realicemos en la que no esté involucrado un producto y detrás de el su respectiva publicidad.

Puede que la anterior descripción no sea del todo un retrato de su vida cotidiana, o la mía, pero de seguro estaremos de acuerdo en que cada acción en nuestro día a día tiene un alto impacto de materiales, marcas, productos y servicios a los que nos hemos vuelto algo dependientes, o al menos, si el término le incomoda, algo habituados, pero el problema no es ese. ¿Que pasaría si su vida estuviera llena de marcas blancas, huérfanas de grilletes mega corporativos, si en vez de un IPhone o un Samsung, Ud. y yo tuviéramos simplemente un teléfono, a secas, sin marca ni etiqueta, sin diferenciales ni nada trendy que descuelle la envidia?. Suena estúpido, yo se.

La necesidad de diferenciación del ser humano da trabajo al publicista, plata a fabricantes y poder a los empresarios que a su vez consumen más al tener más con qué, la identificación de un público con las marcas que viste lo identifica y asemeja con otra tribu global que comparte sus mismos gustos, lo segmenta, lo encasilla, lo distingue o lo camufla en un mundo donde dirán quien eres no tanto por con quién andas, sino por lo que consumes, por que con quien andas también depende de eso.

Una realidad casi ineludible cubre este redondo terruño donde hasta la palabra amor se calibra por la calidad del galanteo y éste último por el precio de los emperifollados regalos, la amistad depende muchas veces de la temperatura del Whisky, la camaradería se arquea enfrentando el precio del traje, el carro o la conveniencia comparativa del cheque de fin de mes; y eso somos.

La publicidad, el mercadeo y la comunicación en general podría ayudar a despertar globalmente a millones de ínfimas bacterias como Ud. y yo acerca del consumo, porque mientras sazonamos nuestras ganas de sobresalir con las 3 monedas que nos desgastan el bolsillo y "sobran" (por que otro es el caso del que sobrevive con eso), otros están en este momento con las tripas pegadas al espinazo, medio vestidos, medio abrigados y medio muertos. El ser humano construye su progreso infinito a cuesta de recursos finitos, nos asombramos de nuestra capacidad evolutiva pero desatendemos la conciencia que desde la tinta sobre la etiqueta del reloj plástico de pilas que lo despierta cada día, consumió recursos irremplazables. El agua que lo baña, la energía que le hace ese duchazo menos traumático, su ropa, su smartphone, sus zapatos, todo está hecho de naturaleza transformada que se esconde finalmente detrás de una marca.

En un mundo utópico, nos diferenciaríamos más por lo que pensamos, la forma en que amamos, las enseñanzas que dejamos o cualquier otro valor tradicional, y menos por el chulo en los zapatos o la corona en el reloj. Yo, como Ud. también tengo el rabo de paja, pero hay que tratar de no tener lo mismo en la cabeza.

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